PRINCIPIOS, MODELOS Y NORMATIVAS DE MEDIACIÓN

2. CONCEPTOS BÁSICOS DE LA TEORÍA DE GÉNERO Y USO DEL LENGUAJE NO SEXISTA

Aplicación de conceptos básicos de la teoría de género y del lenguaje no sexista; UF2683

Vanessa Viqueira García; ISBN: 987-84-283-9659-2

 

 

Vemos las cosas no como son,

sino como somos nosotros.

Immanuel Kant

 

Tal y como dice la frase anterior, interpretamos el mundo de la manera en que somos. Pero interpretarlo desde una perspectiva que creemos adecuada, porque así nos la han transmitido y así la hemos asimilado (inconscientemente), no tiene por qué ser necesariamente la real, ni mucho menos la correcta.

 

La categoría perspectiva de género surge en la segunda mitad del Siglo XX, en el ámbito de las ciencias sociales, relacionada con la necesidad de cambio y como respuesta a la necesidad de abordar multidisciplinariamente las relaciones entre mujeres y hombres. Desde esta perspectiva el análisis se centra en las características y mecanismos jerarquizados de las relaciones de género, así como también en la condición de las mujeres y su posición de desventaja debido a la desigualdad existente.

 

Esta perspectiva permitió la posibilidad de adoptar un punto de vista hasta el momento muy diferente, así como también plantear la necesidad de dejar de aceptar como natural una situación que sólo beneficiaba a una parte de la sociedad (el género masculino): la desigualdad entre hombres y mujeres.

 

1.1. Caracterización del sistema patriarcal y la distribución del poder.

 

Un antiguo refrán castellano dice “las mujeres no hacen linaje”, refiriéndose al hecho de que la mujer hace hijos para el linaje de otro, pero que ella misma carece de linaje. Igualmente hace hijas para que cuando ella fallezca sea otra mujer la que la sustituya en tales menesteres. esto nos lleva a la siguiente conclusión sobre los destinos tan diferentes que tradicionalmente se han visto señalados para un hombre y una mujer:

 

 

Perspectiva patriarcal

Destino femenino

Nacer, reproducirse y morir

Destino masculino

Nacer, dominar, hacerse reproducir, legar y morir

 

El poder que históricamente han ejercido los hombres (género masculino) en diversas esferas ha dado origen a un sistema jerarquizado, el cual conocemos como sistema patriarcal. Como veremos a lo largo de este libro, el dominio masculino ha sido ejercido en todas las dimensiones posibles de nuestra sociedad: tradición, lenguaje, costumbres, educación, división del trabajo, ley etc. Nuestra sociedad ha elegido esta ideología sin ser cuestionada,  hasta que progresivamente pequeños cambios que han provocado grandes consecuencias han logrado modificar este tipo de ideología que solo puede ser definida como arcaica.

 

Algunas de las características de este modelo tradicional de la masculinidad, como pieza clave del patriarcado son: la transmisión de una imagen del hombre en base a la fuerza (imposición), no permitiéndose nunca la debilidad; la función tradicional en la familia como proveedor y protector (el hombre es el único que trabaja fuera del hogar); la función de autoridad, etc. Al tiempo que ponía como punto de referencia al hombre, provocaba la invisibilidad de la mujer. A ellas se les prohibió leer, estudiar, acceder a la cultura, el derecho a una maternidad deseada, el acceso igualitario a todos los niveles de enseñanza, el ingreso en el mundo del trabajo, el derecho al voto, etc.

 

A pesar de ello, hoy día muchos hombres e incluso muchas mujeres valoran la situación actual y no creen que esté relacionada con cuestiones de carácter cultural (al menos no principalmente), sino que por el contrario ven esta situación (la cultura machista que envuelve nuestra sociedad) como algo natural pues mismamente, de forma natural, han asimilado unos valores y una ideología que naturalmente se les ha transmitido, valga la redundancia. Esto tiene una explicación sencilla, veamos algunos de los factores fundamentales que han contribuido a la trasmisión de una perspectiva inadecuada: la perspectiva patriarcal:

 

  • El aprendizaje del sistema de valores patriarcal comienza antes de que tengamos uso de razón, por lo que el proceso de socialización ya comienza desde el primer día que nacemos e incluso mucho antes.
  • Este sistema de valores nos llega de las personas más cercanas y que representan una autoridad para nosotros, por ejemplo nuestros progenitores.
  • El aprendizaje de este sistema de valores en muchos casos es invisible a los ojos, lo aceptamos y lo incluimos como parte de nuestro repertorio, lo asimilamos como algo natural que no se cuestiona.

 

A pesar del hecho de que a los hombres se les ha otorgado una posición privilegiada, la cual ha generado un modelo de masculinidad predominante (sistema patriarcal o tradicional), los movimientos feministas han propiciado en estos dos últimos siglos grandes cambios y avances para el conjunto de las mujeres. El movimiento feminista en sí irrumpió en la Historia no solo para denunciar la invisibilidad a la que estaban sometidas las mujeres, sino para promover cambios, para hacer historia.

 

El androcentrismo, por el contrario, parte de una concepción del mundo en la cual el hombre es el centro de todas las cosas, lo cual conlleva la invisibilidad de las mujeres. Esta visión distorsionada de la realidad ha ocultado las relaciones de poder y opresión por parte de los hombres sobre las mujeres. La relación de poder entre ambos géneros conectándolos con dos categorías opuestas (femenina y masculina) induce a una jerarquización en detrimento de las mujeres, favoreciendo un desequilibrio hoy evidente entre ambos géneros (dominio del género masculino).

 

Finalmente, cabe hacer una breve mención a las graves deficiencias que este sistema patriarcal provoca en el mundo emocional masculino. Muchas de las consecuencias de esto, que veremos en detalle más adelante, ciertos elementos estructurales que desarrollaremos, impiden acometer la situación actual de la que goza nuestra sociedad con una actitud positiva ante el cambio (la igualdad de hombres y mujeres), lo cual provoca reacciones de violencia por parte de muchos hombres ante situaciones de conflicto.

 

A lo largo de los siguientes puntos y unidades haremos referencia a este sistema patriarcal pues es la base a partir de la cual se ha transmitido y se sigue transmitiendo incansablemente las desigualdad entre mujeres y hombres.

 

1.2. Aplicación del género como categoría de análisis o la perspectiva de género

 

A lo largo de la historia, las interpretaciones culturales acerca de lo que es masculino o femenino han variado mucho. Comencemos pues definiendo el concepto de género como aquél que hace referencia a aspectos sociales adscritos a diferencias sexuales, o lo que es lo mismo, hace referencia a aquellas expectativas que los miembros de una sociedad tienen acerca de los hombres y las mujeres.

 

El género está presente a lo largo de toda nuestra vida social y, como sabemos, tiene una enorme influencia en la visión que tenemos de nosotros mismos en nuestras relaciones con los demás. Pero sobre todo debemos ser conscientes de que no implica solo una distinción entre sexos, sino que en muchos ámbitos implica un sentido de jerarquización donde los hombres acaparan muchos espacios o recursos por el hecho de pertenecer al género masculino, lo cual favorece y fomenta la desigualdad de género.

 

1.2.1. Funcionamiento del sistema sexo-género

 

El concepto sexo se refiere a las diferencias de carácter biológico y anatómico que diferencian a los hombres de las mujeres. Implica todos aquellos procesos que se extienden a lo largo del ciclo vital y que estarán finalmente determinados, aparte de por los factores biológicos y anatómicos, por los factores psicológicos o sociales, que permanecen en constante interacción. El resultado final será un hombre (macho) y una mujer (hembra) o un sujeto ambiguo (polimorfismo sexual).

 

Por el contrario, el concepto género es más bien una cuestión de carácter cultural (construcción social), pues remite a la clasificación social sobre aquello que es masculino o femenino. El concepto género empieza a utilizarse en los años 70 del Siglo XX, cuando algunas investigadoras plantean la necesidad de crear un marco teórico que haga referencia a las mujeres, al igual que ya se había realizado con otras categorías.

 

Conviene tener en cuenta que nuestro sistema social no es estático y que los cambios se producen constantemente, por lo que también cambia la manera que tenemos de entender lo que es ser mujer y ser hombre, así como otros aspectos relacionados, como el papel que ocupan en la sociedad. Inevitablemente, estos cambios provocarán reajustes tanto del sistema como de la organización social.

 

 

 

1.2.2. Definición de roles y estereotipos de género

 

Tanto los roles como los estereotipos de género están condicionados por la visión androcentrista del mundo y la realidad, lo que hace que no se tenga la misma consideración dependiendo del género de la persona.

 

Ciertamente en nuestra sociedad siempre ha habido una tendencia muy arraigada a dividir el mundo en dos categorías: la masculina y la femenina. Desde nuestra infancia crecemos en un mundo basado en estas categorizaciones, así como en un trato diferencial respecto al sexo, al asociar por ejemplo el color rosa a las niñas y el azul a los niños o cuando se regalan coches a los niños y muñecas a las niñas.

 

La familia, la escuela y los medios de comunicación son las tres principales instancias ambientales que influyen en la socialización sexual. Así se va formando la identidad de género, es decir, aquella parte del autoconcepto que implica la diferenciación de las personas como hombres o como mujeres y que se desarrolla a partir de los dos años de edad.

 

En base a todo esto los miembros de una sociedad se comportan de una u otra manera según su género, pero no todas las sociedades comparten el mismo concepto respecto a las mismas actitudes, y esto es algo que debemos tener siempre presente. Este concepto de identidad de género al que hacemos referencia son los roles sexuales.

 

Un rol de género o sexual se define como un conjunto de conductas y actitudes que una sociedad concreta establece o define como apropiados para un sexo, y en consecuencia, no para el otro. Además, se refiere a pautas de acción y comportamiento que han sido asignadas a hombres y mujeres, además de inculcadas y perpetuadas según los criterios de la sociedad patriarcal. Estos roles de género se enseñan desde el momento mismo en que la o el bebé nace, pues se decora su habitación y se le viste según su género.

 

 

Roles de género

Estereotipos de género

Son los papeles y expectativas diferentes que socialmente se adjudican a hombres y mujeres

Son imágenes prefijadas y simplificadas que homogenizan a las personas y les atribuyen características o comportamientos esperados dada su pertenencia a una categoría.

Este tipo  de creencias que cada sociedad tiene acerca de lo que es propio de un sexo u otro se denominan estereotipos de género, son una construcción cultural pues son imágenes prefijadas y simplificadas que homogeneizan a las personas y les atribuyen características o comportamientos esperados dada su pertenencia a una categoría. Estos estereotipos van cambiando con el paso del tiempo y se refieren a las características personales de mujeres y hombres como grupos diferenciados. Cumplen la función de mecanismo de control, que determina lo que es normal en una sociedad, es decir, aquello que es aceptable y lo que se desvía de la norma. Los estereotipos también crean arquetipos, a través de imágenes que cumplen el papel de proponer modelos de carácter rígido y en los que es necesario encajar para poder ser socialmente aceptados. Esta visión establece un sistema basado en la desigualdad entre ambos sexos y de cada uno de ellos con el mundo.

 

Si echamos la vista atrás nos encontramos con un ejemplo de estereotipo de género prototípico al que conviene hacer referencia; el estereotipo de la buena esposa. En generaciones anteriores a la nuestra se enseñaba “cómo ser una buena esposa”, lo cual consistía en una serie de actitudes y comportamientos como tener la cena a punto para cuando el marido llegase al hogar, arreglar el desorden y limpiar la casa, sonreír y mostrar atención cuando el marido hiciese acto de presencia, no hacerle preguntas inconvenientes ya que es el señor de la casa, etc.

 

En los estereotipos de género se diferencian dos tipos de dimensiones: la dimensión descriptiva, es decir, aquellas características que se consideran esperables de hombres y mujeres; y la dimensión prescriptiva, es decir, aquella que hace referencia al comportamiento esperable por parte de ambos géneros.

 

El aumento del número de mujeres en el ámbito laboral, así como el aumento del nivel cultural de la población, son un ejemplo del porqué los estereotipos de género van variando con el paso del tiempo y no permanecen estables.

 

Hoy en día, también es evidente el cambio en la sociedad en lo que a esto se refiere: ya no se acepta de forma rotunda la desigual distribución de roles, y los agentes socializadores (por ejemplo padres y educadores) no tratan de forma diferencial a hombres y mujeres, y de esta forma no se fomenta un rol considerado como típico de uno de los géneros.

 

A propósito, Williams y Best (1990) hacen una distinción entre estereotipos de género de rol y estereotipos de género de rasgo.

 

  • Estereotipos de género de rol: aquellos que se refieren a creencias relacionadas con la adecuación general de rol de hombre y mujeres
  • Estereotipos de género de rasgo: aquellos que se componen de características de carácter psicológico o conductuales que se atribuyen a hombres y mujeres.

 

Es necesario aclarar que el principal factor etiológico de los estereotipos sexuales son los roles sociales. Es el caso por ejemplo de los roles relacionados con el trabajo doméstico, el cual es considerado de bajo estátus, mientras que los empleos profesionales se consideran de más alta categoría. Esto influye en la imagen que se proyecta de hombres y mujeres, ya que es algo extendido que la mujer se ocupe de las tareas domésticas y el hombre sea el principal sostén económico de la familia. Hoy en día esto es más valido para zonas rurales que urbanas.

 

Finalmente, a pesar de los grandes avances en lo referente a temas relacionados con el sexismo y los estereotipos de género, antiguas actitudes sexistas también se han adaptado a los nuevos tiempos adquiriendo  nuevas formas de expresión. la Teoría del sexismo ambivalente hace referencia a esto mismo, a la coexistencia de nuevas y viejas formas de sexismo. Según esta teoría, el sexismo puede ser hostil pero también benévolo. El sexismo de carácter hostil se centra en la supuesta inferioridad de las mujeres como grupo; mientras que el sexismo benevolente se engarza con el deseo de los hombres de cuidar y proteger a las mujeres, situándolas en un pedestal. A pesar de las evaluaciones positivas que genera el sexismo benevolente, favorece la continuación del sistema sexista y categoriza a las mujeres de modo que estas mismas acepten los actos sexistas.

 

En cualquier caso, cualquiera de las formas es perjudicial, pues ambos tipos de sexismo fomentan y favorece la desigualdad de género.

 

1.2.3. Detección, valoración y denuncia de los estereotipos sexistas

 

 

Como ya hemos visto en puntos anteriores, los conceptos de sexo y género se transmiten tanto social como culturalmente a través de los estereotipos y roles. Diferenciamos dos expresiones al respecto que perpetúan la desigualdad:

 

  • Sexismo: este término hace referencia a la discriminación por razón de diferencias sexuales. La misoginia, por ejemplo, es una forma de sexismo e implica aversión u odio a las mujeres (al trato con ellas, a su forma de pensar, su actitud etc.)
  • Machismo: este término es tan antiguo como el sistema patriarcal, pues hace referencia a la consideración de los hombres como un prototipo y la consideración de las mujeres como inferiores.

 

Para poder definir adecuadamente los estereotipos de género, debemos comenzar aclarando en primer lugar qué son los roles sexuales. En el punto anterior definíamos un rol sexual como el conjunto de creencias que una sociedad establece como apropiadas para un sexo y no para el otro. Este conjunto de creencias, a su vez, genera los estereotipos de género, siendo estos el conjunto de características que identifican a hombres y mujeres como grupos diferentes. Son cambiantes en el tiempo y cumplen con la función de mecanismo de control para el establecimiento y la definición de lo normal en nuestra sociedad, identificando a su vez lo que se desvía de la norma y no es aceptable.

 

Como veremos más adelante, ya desde la primera infancia se educa a niños y niñas de forma diferente. Por un lado, a las niñas se les involucra principalmente en actividades domésticas en las que más adelante, ya como adultas, se les exigirá reproducir en su hogar (barrer, lavar etc.) en el ámbito privado. En cambio a los niños se les educa para que sean fuertes y competitivos en el ámbito público.

 

Finalmente, para poder identificar estos estereotipos sexistas a los que estamos haciendo referencia, se deben tener muy en cuenta los siguientes aspectos como factores de riesgo:

 

  • El hecho de frivolizar o justificar, de cualquier manera, comportamientos o actitudes que impliquen alguna forma de violencia contra las mujeres.
  • Situar a las mujeres en posiciones de subordinación o inferioridad, con menores capacidades o no aptas para asumir responsabilidades.
  • Menospreciar o ridiculizar las actividades o valores atribuidos a las mujeres, o afirmar y creer en la superioridad de los valores masculinos frente a los femeninos.
  • Ridiculizar, infravalorar o presentar de forma vejatoria a las mujeres en cualquier clase de actividad profesional
  • Cosificar a las mujeres reduciéndolas a ser consideradas como objetos sexuales pasivos, al servicio de la sexualidad y de los deseos de los hombres. Por ejemplo anuncios donde se presenta un hombre rodeado de mujeres que desean conquistarlo.
  • Exhibir imágenes de los cuerpos femeninos o partes de los mismos como recurso para captar la atención o como adorno o reclamo, ajeno al contenido del anuncio y lo anunciado.
  • Fomentar un modelo de belleza femenino basado en la juventud, delgadez o perfección corporal, de acuerdo a cánones poco reales, y que puedan proponer comportamientos lesivos para la salud de las mujeres o asociarse a su éxito personal y social.
  • Asignar a las mujeres, de manera clara y diferenciada, la responsabilidad exclusiva o principal de cuidados a terceras personas y al ámbito doméstico, excluyendo o asignando un plano secundario a los hombres en dicha responsabilidad.
  • Atribuir capacidades según el sexo para el ejercicio de diferentes profesiones o categorías profesionales, de forma que sugiera la falta de aptitud de las mujeres o los hombres para el ejercicio de alguna de ellas.
  • Establecer diferencias con respecto a las diferentes opciones o actividades sociales que son adecuadas para hombres o mujeres con especial atención a la infancia y a la publicidad de juguetes.
  • Recurrir a un lenguaje que de forma evidente invisibiliza o excluye a las mujeres, como por ejemplo cuando hay contradicción entre la imagen y el texto en el género aludido.

 

1.3. Mecanismos de detección de la igualdad formal frente a la igualdad real de hombres y mujeres

 

Sabemos que las democracias se asientan sobre el principio de igualdad y que además, al igual que en la Constitución Española, este queda reflejado en la normativa. A esto le llamamos igualdad formal. Pero  a pesar de que las leyes son necesarias e imprescindibles, siempre existen obstáculos que impiden que exista una igualdad real, una igualdad que sea tan evidente como clara.

 

En cualquier caso, para alcanzar esta igualdad real es necesario que se apliquen políticas y medidas que compensen las situaciones de desigualdad que se producen. Diferenciamos ambos tipos de igualdad:

 

  • Igualdad formal: la afirmación de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres en la normativa
  • Igualdad real: es la realización del principio de igualdad en la vida de las mujeres y los hombres.

Entendemos el concepto de igualdad como una relación de equivalencia, en el sentido de que todas las personas tienen el mismo valor, y precisamente por ello son “iguales”, o dicho de otra manera, promover la igualdad entre mujeres y hombres no significa algo idéntico sino equivalente, es decir, otorgarles igual valoración. En muchas ocasiones se han utilizado las diferencias biológicas existentes entre hombres y mujeres como argumento para justificar la desigualdad, fomentando con ello una errónea interpretación, pues el problema no está en las diferencias biológicas existentes, que son en sí algo natural, sino en la discriminación injusta.

 

La igualdad real nos abre un mundo de oportunidades y vivencias que tradicionalmente han pertenecido al género masculino, y además nos permite construir relaciones equitativas entre ambos sexos.

 

Aclaramos los puntos siguientes:

  • La igualdad admite diferencias, pero no desigualdades
  • La desigualdad supone discriminación y privilegio; la diferencia significa diversidad entre cosas de la misma especie, lo cual no implica discriminaciones o privilegios de ningún tipo.

La igualdad no significa la eliminación de las diferencias sino la ausencia de discriminación por la existencia de las mismas